Martes 16 de mayo de 2006
"La RMALC -me escribió Julio el pasado 17 de marzo- a través de María Atilano y Alfredo Domínguez me han invitado como miembro de nuestra organización, el Movimiento de Cultura Popular (MCP), a asistir al Tribunal Permanente de los Pueblos, en mayo próximo. A mi regreso de Venezuela las broncas de salud y trabajo se han complicado un poco. Si la salud me lo permite, podré presentar la denuncia sobre las abusivas prácticas monopólicas que las gigantescas cadenas hoteleras europeas -especialmente las españolas-, gringas e incluso mexicanas realizan en abierta violación del derecho internacional, con sus sistemas all inclusive, con grave detrimento de la economía local, del medio ambiente, la distribución de la tierra y de los derechos laborales."
Pero la salud no se lo permitió. Con apenas 57 años de edad y un mal cardiaco a cuestas, Julio siguió haciendo su vida normal, es decir, agitada e intensa. A comienzos de este año, durante el Foro Social Mundial, en una larga conversación comentó que prefería vivir intensamente los últimos momentos de su vida a pasarlos en la inacción. Y parecía dejar las cosas arregladas antes de partir. "Hay deudas del corazón que precisan saldarse con hermanos como Armando a tiempo...", me dijo entonces, a propósito de su deseo de rencontrarse con Armando Bartra, figura clave en su educación política.
Conocí a Julio en 1975 en la ciudad de Campeche. Nos proponíamos organizar un sindicato nacional de la industria del mueble y de la madera. El era un joven abogado laboral que asesoraba a varios grupos de trabajadores del sector en su estado natal y en Carrillo Puerto, Quintana Roo. Había sido expulsado de la universidad local por querer echar a andar una estación cultural de radio. "¿Creen acaso que esto es París?", les dijo un alto funcionario universitario.
La biografía de Julio es, en mucho, testimonio de la historia de una generación que quiso cambiar México desde abajo. Una generación de estudiantes, profesionistas e intelectuales que se vinculó a las luchas de obreros, campesinos y pobres urbanos para mejorar sus condiciones de existencia, construir organizaciones democráticas y para hacer una revolución.
Julio tuvo una formación política heterodoxa, alejada de los manuales tradicionales de marxismo-leninismo, estrechamente vinculada con la vida misma de los sectores subalternos a los que servía. Su libro Prohibido prohibir. Apuntes sobre el pensamiento libertario socialista es una excelente muestra de su alejamiento de los corsés ideológicos. En sus páginas puede verse la influencia de Emma Goldman, Eliseo Reclus, los consejos de fábrica de Turín, Pierre Bourdieu, Ricardo Flores Magón, Mao Tse Tung o Rudolf Rocker.
En la década de los setentas, Macossay asesoró a trabajadores de la industria pesquera y de la educación superior. En los ochentas se trasladó a Yucatán para mantener viva una tradición de lucha sindical descalabrada por el asesinato de Efraín Calderón Lara, en febrero de 1974. Apoyó allí a cordeleros, refresqueros y zapateros, además del sindicato de la universidad.
En mayo de 1983, Macossay Vallado, con su hermano Mauricio y el destacado mánager de boxeo Jesús Cholaín Rivero Gamboa, orientaron a los obreros de la Siderúrgica de Yucatán en un movimiento por la libertad sindical que concluyó con una violenta represión policial. Julio fue acusado por el Diario de Yucatán de ser un agitador comunista.
En 1990, asesoró a los trabajadores avícolas de los pueblos de Tetiz y Hunucmá en contra de la empresa Avícola Fernández. Los pobladores de los dos municipios se involucraron activamente en la lucha, resentidos con las vejaciones, el maltrato y las humillaciones del patrón.
Uno de los dirigentes de la huelga, el maya Demetrio Koyoc, resumió este agravio: "¿Dónde está la ley estos 10 años que nos tratan como animales? ¿Dónde está la ley cuando le pedimos a don Jorge que respete y nomás nos regaña, nos insulta y nos dice gritando: indios de mierda, si no les gusta se pueden largar, hay muchos muertos de hambre para trabajar?"
En represalia, Julio estuvo preso 56 días, 50 de los cuales realizó una huelga de hambre. Pero el pueblo de Tetiz fue ocupado por 400 policías antimotines armados con rifles de alto poder y el gobierno amenazó con enviar al ejército. Los trabajadores renunciaron en masa a la empresa y liberaron a sus presos.
En la misa de acción de gracias, el párroco de Tetiz sintetizó el sentido de las jornadas: "Esta -dijo- es una misa del triunfo de la libertad, la justicia y la dignidad de un pueblo, un pueblo de hombres y mujeres que no se arrodillaron ante nada ni ante nadie" (Lo que no sabíamos... El movimiento sindical de Tetiz, Yucatán, Isela Rodríguez).
Julio asistió en agosto de 1994 a la Convención Nacional Democrática y se dedicó a divulgar activamente la lucha zapatista en la región. En septiembre de 2003 participó como abogado durante las jornadas de protesta contra la Organización Mundial del Comercio realizadas en Cancún. Ofreció allí gratuitamente sus servicios jurídicos a los altermundistas.
Participó en la elaboración del periódico quincenal El Rebelde en los años 2003-2004 y editó la página digital Contra-poder. Se entusiasmó con la revolución bolivariana de Venezuela. Recientemente fue uno de los principales animadores de la otra campaña en Quintana Roo.
Al igual que han hecho muchos integrantes de su generación, Julio nadó toda su vida contra la corriente. Renunció a disfrutar las mieles de la política institucional. Y, a pesar de la adversidad, nunca se dobló, vendió ni enriqueció.
Que se cuiden adonde quiera que sea que se fue: de seguro, allí también les va a organizar un sindicato independiente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario