lunes, noviembre 13, 2006

Macartismo a la Jalapeña

Babel

"Nuevas" teorías de la conspiración, ¿le suena?

Javier Hernández Alpízar

Los conservadores definen "pueblo" como una masa sumisa, buena para trabajar como esclavos, como negros (y si somos indios, mexicanos, hacemos incluso trabajos que "ni los negros querrían hacer"), aguantadores, no remolones, y para ser más claros, como carne de cañón electoral y voto duro priista.

El buen mexicano, definido por la casta conservadora, es fanático de Televisa y TV Azteca, católico, o por lo menos evangélico, pero respetuoso de las autoridades, bajo cualquier circunstancia.

El buen mexicano le va al América, redondea al comprar en el súper y manda su dinerito al Teletón.

El buen mexicano no protesta jamás, no se rebela, no desobedece, no dice "no", no murmura ni critica, ni ve ni oye a los revoltosos que sí lo hacen.

Una vez que se define a este "buen mexicano", a todo aquel personaje que se diga, sea o parezca mexicano, pero que no cumpla con la definición, es decir que: sea remolón y se niegue a trabajar como esclavo, que se niegue a ser carne de cañón electoral y voto duro del PRI, que critique la verdad absoluta definida por Televisa y TV Azteca, que proteste, se rebele, desobedezca, diga que no a algo, o por lo menos refunfuñe, murmure y se niegue a criticar y ningunear a los "revoltosos", por ese mismo hecho, pasa a la categoría de "mal mexicano", de extranjero, de
apátrida, de revoltoso, de grillo, de argüendero.

Y esto tiene variantes locales, los "auténticos" chiapanecos ven mal a los malos chiapanecos, los
"oaxaqueños bien nacidos" ven a los que protestan como "mal nacidos".

El culto lector jalapeño pensará que eso ocurre allá en el sureste, tan atrasado, tan lejos de la Atenas veracruzana, pero no, eso ocurre aquí, con una suerte de macartismo criollo, alentado por ciertos "formadores de opinión".

La definición del "buen mexicano", compartida por el México conservador, incluye al que se va de acarreado a aplaudirle a su gobernador en turno, en autobús pagado por el gobernador en turno con dinero del pueblo, con camisetas mandadas a hacer por el partido oficial, y con marchas en carrusel, como las marchas priistas en Oaxaca: los que llegan a la Plaza, protegidos por la PFP, regresan en autobús a la cola de la marcha para retroalimentarla, marchando de
nuevo, para hacerla aparecer más grande. Si los priistas votan en carrusel, ¿por qué no habrían de marchar así?

La definición excluye a todo disidente, sea por la vía electoral, por las marchas, plantones, mítines o por las voces que griten consignas.

Como el mexicano es, por definición, incapaz de rebelarse, cuando un sector del pueblo mexicano se rebela, automáticamente renace, se renueva el argumento racista y diseñado para justificar la
represión del complot: ¿Los estudiantes de 1968?, agitados por manos extrañas. Los estudiantes de 1971, también. ¿Que los zapatistas chiapanecos en 1994, la huelga de la UNAM en 2000, Atenco en 2001 o Oaxaca en 2006? Los conservadores tienen siempre una única explicación:
"intereses entremezclados", "agitación", "apoyos de fuerzas oscuras". Antes era el oro de Moscú, ahora quién sabe de dónde se imaginan que llega el oro ¿de Oaxaca?

El pensamiento conservador es incapaz de reconocer la legitimidad de la protesta social, porque
automáticamente estaría reconociendo la ilegitimidad de los gobiernos cuestionados por la movilización y la lucha del pueblo.

Por eso, una y otra vez repiten la misma pseudoexplicación: la teoría de la conspiración, que
pone en la misma canasta de los "agitadores profesionales" a la APPO y el EZLN, al los de Atenco, los Panchos Villa y el CGH (villanos favoritos del gobierno del DF), a los jesuitas, a las oenegés y hasta al PRD, ya no digamos el bosque de siglas de tantos supuestos grupos armados de los que lo único que se sabe es que a veces aparecen en correos de internet y en entrevistas con fotos posadas, y uniformes nuevecitos, pero nadie sabe si realmente existen o si son el espantajo que usa la fuerza represiva para justificar su propio terror de estado (serían las "Torres Gemelas" de la Segob).

Supuestos analistas, presuntos formadores de opinión, repiten algunos lugares comunes y los publican con aire de "me filtraron información confidencial", cuando en realidad exhiben ignorancia, desinformación y nula ética periodística: "No tengo pruebas, pero…" es su lema. "Calumnia, que algo queda", su principio. La utilidad que tiene ese falso periodismo es que la
policía puede reprimir a quienes esos articulistas y columnistas demonizan. Primero reprime con
linchamiento mediático la prensa, escrita o electrónica, mediante infundios, calumnias e insidias,
y luego llegan la policía, el gas lacrimógeno, o algo peor.

Hay una verdad que están escamoteando los deshonestos voceros del poder en los medios mercenarios: La lucha de la APPO, como la lucha de la Otra Campaña (incluidos el EZLN y gente como los de Atenco) y la lucha ciudadana de la lopezobradorista CND son luchas pacíficas, por medios civiles, dentro del marco de la ley.

La violencia, en Atenco, en Oaxaca, ha venido del gobierno, de Fox, de Abascal, de Peña Nieto, de URO, de la PFP, de los conservadores, los autodenominados "mexicanos bien nacidos".

No obstante, los "calumnistas" vuelven a su trillada historia de los "oscuros intereses", baste leer la página 5A del periódico más vendido de Jalapa, bueno, el que más compran, el que más se vende…, bueno, ustedes saben cuál. Lo que les está pasando a esos "brillantes" explicadores de "la agitación" es que suenan como: "ahí viene el lobo, ahí viene el lobo".

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