domingo, noviembre 19, 2006

DE MONSTRUOS Y AMULETOS

Este escrito nos llega por parte de nuestros compas de Gaceta Movimientos.

Disfrútenlo:

CENTRO DE ESTUDIOS CRÍTICO SOCIALES NUESTRA AMÉRICA

EN LA CONSTITUCIÓN DE LA ASAMBLEA DE LOS PUEBLOS DE MÉXICO: EL OTROS PUEDE SER ESTRECHADO EN LOS BRAZOS DEL NOS

DE MONSTRUOS Y AMULETOS

Los monstruos son seres respetables a cuyo dominio es necesario aproximarse con el corazón dispuesto, la inteligencia abierta y los amuletos bien pulidos

Vicente Quirarte

Lo monstruosamente comprensible

Según Wikipedia,[1] el monstruo es un ser con apariencia temible y peligroso, el cual tiene como objetivo matar, destruir y acabar con el medio que lo rodea. Siendo así, en cualquier circunstancia un monstruo resultaría inaceptable.

Afortunadamente Quirarte (2005) recupera de Massimo Izzi una distinta caracterización: es un monstruo aquel ser “en cuyo aspecto o en cuyas pautas de comportamiento o manifestación se evidencian anomalías o variantes sustanciales respecto a la realidad natural”. Planteado de esta manera, comienza a cobrar sentido por qué un texto que debe contener reflexiones acerca de los movimientos sociales y la construcción de los otros mundos posibles comienza mencionando algo que pareciera destinado a la literatura de ficción, o a las páginas rojas y amarillas de los diarios.

¿A qué realidad natural se refiere la definición de Izzi, y cuáles podrían ser las anomalías o variantes sustanciales que menciona? Como acontece con muchos conceptos la expresión realidad natural tendremos que entenderla conforme a las circunstancias políticas y sociales en que la utilizamos. Realidad natural no sería entonces únicamente la que se sitúa frente al hombre, como objeto de su acción, sino la naturaleza incorporada por el hombre como parte de si, y la naturaleza de la cual el hombre es parte sustancial. La naturaleza que es objeto de las necesidades y fuerzas del hombre. La naturaleza que tiene al hombre como objeto de interacción. (Sánchez, 2003)

Realidad natural pasaría a ser también el conjunto de prácticas sociales institucionalizadas -o instituyentes-, conforme a los intereses de los grupos que intentan hacer prevalecer –por la fuerza o por consenso- sus concepciones e intereses a la otra parte de la sociedad de que se trate. Esta idea de realidad natural es la que servirá mejor a los fines de identificar lo que, para algunos, sería anomalías o variantes.

En la historia de las américas un ejemplo de anomalía es la consignada por Cristóbal Colón en su Diario de Navegación el 4 de noviembre de 1492, en las que habla de que “había [en tierras americanas] hombres de un ojo, y otros con hocicos de perros que comían a los hombres” (Fernández, 2005). También podría mencionarse la anomalía que significa para los occidentales el uso de las burkas por las mujeres afganas, y que mucho se difundió para justificar la invasión al Afganistán de hoy. O la anomalía de las intenciones belicistas del gobierno genocida de Hussein en Irak. O la anomalía del ensayo nuclear efectuado por Corea del Norte. Con esto no quiere decirse que deba matarse a quienes no usan burkas, o aceptar el genocidio de los tiranos, o fomentar el armamentismo nuclear. Lo que se quiere enfatizar es que cada grupo que pretende alzarse como dominante o hegemónico descubre anomalías en los otros, y las utiliza para presentar la “versión degradada que ofrece el colonizador al que coloniza” (Fernández). Para los dominantes las anomalías que practican los otros, dejan de ser tales cuando las practica él mismo. Entonces el genocidio practicado por Israel contra Líbano y Palestina; el genocidio que ahora practican las fuerzas invasoras en Afganistán e Irak; las expulsiones de protestantes por “católicos” en el sur mexicano; la bomba que Posada Carriles colocó en un avión cubano y causó decenas de muertos; los asesinatos de profesores, campesinos y trabajadores de la ciudad y el campo oaxaqueño, para ellos, para los dominantes, esas no son anomalías.

Ahora mismo hay tres conceptos que se están utilizando para presentar como anomalías y justificar así la eliminación de los otros. El primer concepto tiene carácter internacional y está contenido en la Ley de Comisiones Militares recientemente promulgada por el gobierno terrorista de Estados Unidos. Ese concepto es combatiente ilegal.

La definición ahí plasmada es muy amplia e incluye a quienes dan apoyo material y a quienes simpatizan con organizaciones «terroristas». Conforme a eso, cualquier persona podría ser acusada de combatiente ilegal si ha enviado fondos a una organización caritativa en países calificados como enemigos o sospechosos. O cualquier persona de quien los órganos de seguridad estadounidenses sospechen que piensa, en algún momento, atentar contra los intereses norteamericanos. Esa persona no tendría el derecho de invocar al habeas corpus, base principal de un tipo de sistema judicial que existe desde el siglo XIII en Inglaterra. El principio del habeas corpus afirma que nadie puede ser detenido sin una justificación legal.

Los otros dos conceptos están utilizándose en México. Uno cobró actualidad durante el proceso electoral y el otro es retomado en torno a la construcción de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). Esos conceptos son: renegados y radicales. Son tachados como renegados aquellos ciudadanos que decidieron votar por Andrés Manuel López Obrador para Presidente de la República. Estos renegados fueron desaparecidos de los medios masivos de comunicación, principalmente de los electrónicos; sus votos fueron endosados ilegalmente al candidato de la ultraderecha; sus bienes son objeto de agresión. Sus personas no son vistas, ni oídas; mucho menos atendidas por los grupos de poder dominante.

Desde el poder, y con la complicidad de los medios electrónicos de comunicación, han dado en señalar como radicales al conjunto de ciudadanos, colectivos, organizaciones, comunidades o pueblos que decidieron participar de diferentes maneras en la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). Estos radicales están siendo asesinados, encarcelados, perseguidos y hostilizados por las fuerzas combinadas del gobierno federal, de las fuerzas policíacas, paramilitares y caciquiles organizadas y comandadas por Ulises Ruiz Ortiz.

Entonces, los combatientes ilegales, los renegados y los radicales resultan ser anomalías en la realidad naturalizada por las fuerzas del imperialismo, y de los grupos de poder capitalista, neoliberal, caciquil y derechista en México. Los combatientes ilegales, los renegados y los radicales pasan a ser los monstruos que aterran el mundo idílico de Bush, Fox, URO y sus iguales.

Que los gobiernos imperialistas, fascistas, derechistas y caciquiles nos consideren anomalías y monstruos, no tendría porque extrañarnos. Que quieran ignorarnos no tendría porque entristecernos. Que quieran eliminarnos no tendría porque paralizarnos. Eso ha estado presente a lo largo de la lucha de clases.

Lo incomprensible de la monstruosidad

Pero hay algo que no es tan comprensible. Algo que podría irse configurando como una variante más del síndrome Frankenstein, consistente en la ambigüedad que produce la invocación. El nombre puede remitirnos al explorador y creador; pero también nos hace evocar al producto, al ser que toma conciencia de su soledad en el mundo y asume con seguridad el objetivo de destruir a todos los que no son como él.

En la lucha por trascender el capitalismo imperante han ido destacándose un conjunto de fuerzas, organizaciones, colectivos y proyectos que, objetiva y subjetivamente, resisten y enfrentan las condiciones de dominación a que han sido reducidos. A ese conjunto lo llamaremos aquí movimientos sociales. Pero pasa como con aquel aprendiz de dios, no queda muy claro si al decir movimientos sociales se habla del proceso creador de nuevas realidades que materialicen las aspiraciones y los esfuerzos de los sujetos; o se refiere al resultado del proceso capitalista deformador de personas, material y espiritualmente hablando. Parecería una blasfemia, pero remitámonos a los hechos.

Desde la década de los 70’s (por mencionar una fecha determinada), hubo quienes generaron una polarización entre las organizaciones políticas al clasificarlas como oportunistas o revolucionarias según rechazaran o aceptaran la lucha armada como estrategia fundamental para hacerse del poder estatal y consumar la «revolución». Evidentemente resultaba fácil identificar a los «oportunistas» y a los «revolucionarios».

En el sector de quienes no eran armados aparecían algunas subdivisiones. Por un lado estaba los independientes, los que a sí mismos se veían como los únicos consecuentes al promover formas de organización y de lucha basadas en la acción directa que se denominaban «acciones políticas de masas». Como reformistas eran clasificados aquellos que promovían y participaban en procesos electorales, y desde dentro de las instituciones de gobierno pretendían generar las reformas y los cambios que aliviaran las condiciones de vida de las clases trabajadoras. Los conceptos de oportunismo y reformismo se convirtieron en indicadores de anomalías. Como reacción a los señalamientos de oportunismo y reformismo, se utilizaron los conceptos de «enfermos» y «provocadores» para expresar otro tipo de anomalía.

Los años 80’s y 90’s, conforme se desplegaba y afianzaba el neoliberalismo en México, resultaron muy ricos en intentos por articular una resistencia efectiva a la inhumana depredación capitalista. Pero muchos de esos intentos se quedaron en eso. En la última docena de años, la propia Convención Nacional Democrática convocada por el EZLN en 1994 derivó en proyectos diferentes como el Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN) y el Frente Amplio para la Construcción del Movimiento para la Liberación Nacional (FAC-MLN); El Campo No Aguanta Más terminó diluyéndose aunque el motivo de sus movilizaciones y acciones (la apertura total del capítulo agrícola del TLC) no fue resuelto.

Ahora mismo estamos viviendo una coyuntura en la que confluyen al menos tres procesos diferentes con sus respectivos alcances, sus respectivas estrategias, sus respectivos modos. Son La otra campaña, la APPO y la resistencia civil pacífica. Claro que hay otros esfuerzos que vienen de más atrás en el tiempo, pero sería imposible enumerarlos todos.

Y en medio de la coyuntura afloran prácticas que nos hacen preguntar de nuevo si como movimientos sociales asumimos la parte creadora de un Frankenstein, o la parte destructora del otro. Mencionaremos algunos casos:

En los primeros días del año que corre (2006) circuló por Internet y se distribuyó en el Tercer Diálogo Nacional una carta firmada por Francisco Jiménez (LUS) y Gloria Rico (LUS, Red) en la que se cuestionan prácticas al interior de la Promotora por la Unidad Nacional Contra el Neoliberalismo como ausencia de la escucha entre compañeros, manipulación a la hora de las votaciones y decisiones, imposición de posturas y alianzas, marginación a quienes promovían el trabajo de género. Al leer ese documento, en realidad parecía que se estaba hablando del PRI o del PAN, o de cualquier grupo u organización clientelar.

Si tuviéramos una postura sectaria diríamos: ah, pero eso pasa en la Promotora. Pero resulta que al interior de La Otra surgió un texto que aborda problemas no muy alejados, aún cuando sea en otro nivel. Se trata de la carta que Nicté-Ha dirigió a los adherentes de La Otra en la que habla del incremento de los problemas “entre nosotros” como “los roces y/o diferencias de tipo personal que han ido minando, poco a poco, el enorme esfuerzo colectivo que hemos venido construyendo.” Por ejemplo, descalificándonos con groserías. “Por otra parte, hay otro tipo de actitudes, prejuicios, malos entendidos, pleitos añejos o antipatías gratuitas que se están poniendo por delante y por encima de los principios… Por ejemplo, tengo poco en el DF y conozco a poca gente, pero eso si, no han sido pocas las veces que en diferentes asambleas, marchas, encuentros, etc. me quedo con la sonrisa en los labios, o el saludo en la boca cuando creo que un compañer@ va responder de la misma forma, pues en algún momento nos habíamos visto antes. Pero al contrario de eso recibo una mirada perdida o la vuelta de la espalda. Cosa que seguramente hemos experimentado tod@s, pero no por ello se vale comportarnos de esa manera.

¿Qué nos somos compañeros, iguales todos, con ideales de izquierda y anhelos de justicia? ¿Qué no queremos cambiar el mundo? ¿Por qué suscribimos la Sexta si no podemos ser compañer@ con el otr@, si no podemos ser respetuosos y solidarios, si no podemos siquiera mirarnos a los ojos?”

Ahí mismo, en La Otra se suscitó el siguiente caso: en el contexto de una asamblea nacional de adherentes los compañeros de la coordinación de La Otra en Coyoacán presentan un balance en el que cuestionan el activismo, el espontaneísmo, la falta de discusión y la dependencia de unos colectivos respecto a otros. Pero ese documento dio origen a otro en el que otros colectivos Granito de Café y Votán Zapata (aclaración: como colectivo nosotros no habíamos tenido trato con ninguno de los tres equipos aquí mencionados ni tomamos partido por unos u otros) se deslindan y optan por marchar aparte alegando “diferencias de fondo… en los objetivos, toma de decisiones y método”. ¿Qué tan de fondo son esas diferencias? ¿Qué tan imposible resultaba trabajar juntos? Nada más ellos lo saben.

En un Balance-debate sobre los movimientos sociales realizado a mediados de septiembre en el local de UNIOS, la presencia de un activista (al menos así se presentó) del PRD le generó una andanada de cuestionamientos por las prácticas neoliberales de la dirigencia, por la represión de perredistas a zapatistas en Zinacantán, Chis., por las tácticas de AMLO. En una palabra, se objetivó al PRD en la persona de ese joven y la experiencia personal de ese día, no le ha de haber sido muy grata.

Pero alrededor del PRD y de López Obrador también se cuecen habas. Durante el proceso electoral recién concluido, al conformar muchas de las candidaturas del PRD se utilizó un eslogan que Paty Chapoy repetía sin cesar anunciando un teléfono: es para quien puede pagarla. Conforme se fue consumando el fraude electoral y se implementaron las asambleas informativas de la resistencia civil pacífica, era común ver a cientos y miles de compañeros aprobando sin discutir las directrices que emanaban de las cúpulas partidistas. Ha sido impresionante la manera como esas cúpulas y su candidato prestan oídos sordos a los reclamos de los participantes, como cuando se impugnó la participación de Muñoz Ledo en la tribuna de la marcha contra el desafuero, o la impugnación que se hizo a Carlos Imaz como parte de la coordinación nacional de la resistencia civil pacífica. O ahora que se nombra como responsable de justicia y seguridad del gobierno legítimo al personaje que nos quiere convencer del suicidio de Digna Ochoa y de Pável González.

Por otro lado, acabamos de presenciar, en Oaxaca, una votación que parecía organizada por Hildebrando, y que pretendía imponer a las bases magisteriales un resultado a modo para Elba Esther, URO y Fox. Lo que muestra que aún líderes emergidos de procesos con una trayectoria como la de la sección XXII del SNTE, pueden verse tentados al contubernio. También se muestra que los pueblos participativos, encuentran sus formas de evitar esos contubernios. Seguramente todos conocemos casos similares en las distintas experiencias de organización y lucha que vamos transitando.

SIN DEJAR DE RECONOCER QUE HAN HABIDO AVANCES MUY SERIOS Y GRATIFICANTES EN EL ENCUENTRO, ACERCAMIENTO Y COORDINACIÓN DE LOS DIFERENTES PROCESOS DE LUCHA, resulta necesario volver a preguntar: ¿al hablar de movimientos sociales en el México de hoy, nos referimos al proceso y al sujeto creador, o al resultado de procesos previos?

La relacionabilidad como amuleto

La respuesta a la pregunta anterior pasará, necesariamente, por reconocer que el sistema capitalista se realiza y reproduce en el permanente despojo del plusvalor que con el trabajo asalariado se genera. Y para prolongar su existencia como tal, la clase dominante genera las condiciones necesarias para ello.

Una de esas condiciones es que las relaciones entre los hombres propicien, difundan y arraiguen la dominación de los unos sobre los otros. Dominación entendida como la suplantación, sometimiento y negación de la voluntad de los otros (Villoro, 1997). Según nosotros, esta relación para la dominación es uno de los pilares de lo que conocemos como poder capitalista. Y este poder capitalista se constituye, a su vez, en condición para la explotación y para la marginación de millones de personas, de la inmensa mayoría de la población.

Un esfuerzo constante de los dominadores consiste en ocultar, disfrazar, que el poder capitalista emana de la relación entre las personas. Si esto fuera claro siempre, sería más fácil entender que está a nuestro alcance modificar las condiciones de dominación, marginación y explotación que padecemos. Por eso echan a rodar la idea de que el poder es algo ajeno a los hombres, alcanzable sólo por unos cuantos: los iluminados, los escogidos (hoy es El peje, como antes fue el Águila Frustrada). Y si además de ser elegido hay que tener otra cualidad, esa ha de ser la estrategia. Entonces al poder sólo llegan unos cuantos, y para llegar se vale de todo (cambiar de partido, de discurso, de colores, justificar la eliminación de los demás), conforme la estrategia lo vaya marcando.

En pocas palabras: el poder capitalista está sostenido en relaciones de dominación y, junto a ello, en relaciones de explotación y marginación.

Por eso resulta harto preocupante que al interior de los movimientos sociales pudiera enraizarse la idea de que lo importante son los logros y no los procesos, de que lo importante son los productos y no la interacción humana que los hace posibles. Nosotros, en el CECSNA, hemos compartido la postura de que lo importante es la capacidad para construir relaciones que no sean de dominación, es decir, la relacionabilidad.

Esto, desde luego, no es un asunto sólo de afectos personales en ámbitos privados. La relacionabilidad puede materializarse en espacios muy diversos: en la cultura, en la economía, en la política, en la familia, en la ideología, en la educación. Es decir, cada uno de los aquí presentes estamos en condiciones de sumarnos a la construcción de relacionabilidad en el ambiente en que nos desenvolvemos.

Imaginemos que cada colectivo, o que cada unidad organizativa de trabajo (sectorial o territorial), se animara a responder la pregunta ¿en qué medida estamos organizando –aquí y ahora- nuestras vidas, nuestras instituciones y nuestros proyectos para ser DISTINTOS a los que hoy predominan en esta sociedad y caracterizan al poder capitalista?

Una tesis arriesgada: los otros mundos posibles, las prácticas anticapitalistas no están en la cantidad de tareas que se realizan, ni en el espacio en que nos desenvolvemos. Muchas veces no están siquiera en los logros que coyunturalmente alcanzamos. Están, embrionariamente en algunos casos, y con mayor desarrollo en otros, en la manera como nos relacionamos entre nosotros, y con los otros. Por eso el amuleto que se menciona en el título de este apartado no lo es para someter o eliminar, sino para acercar y aceptar a los demás, a aquellos con los que compartimos metas y/o direcciones y/o circunstancias.

A lo mejor es innecesario argumentar aquí la idea de que las mujeres y los hombres, desde que nacemos estamos con otros. No estamos solos. Esos otros son nuestro contexto, nuestro espacio, nuestro ambiente (Dussel, 1998). De manera simple recuperamos la expresión: somos seres sociales, seres con otros, sujetos en relación. Y hablamos de relación cuando dos [o más] personas se encuentran…una al alcance de la experiencia directa de la otra… [cuando] están en la situación cara a cara (Schütz, 1993). El contenido de la expresión experiencia directa lo podemos ir construyendo a lo largo del camino que decidamos recorrer y con quien decidamos hacerlo.

Roux, por su parte (2005) captura la idea de relación en el enunciado “...detrás del Yo hay siempre un Nosotros”. Es decir, las mujeres y los hombres estamos siempre con otros. Siendo así, la propuesta es abordar el reto de pensar y proponer los mecanismos que ayuden a prevenir, combatir y erradicar las prácticas capitalistas de dominación al interior de los movimientos sociales en asuntos tan cotidianos y trascendentes como:

La posesión de la verdad y la idea de unidad. Todavía existen quienes piensan que en el México de hoy existe un sujeto, el sujeto.

Sus modos los llevan a pensar que si hay un sujeto, entonces habrá un camino, una estrategia, una voluntad y una verdad. Todo lo demás está equivocado, o es mentira. El sujeto, para ellos, puede ser el proletariado, o el indígena, o el profesor, o las mujeres, o los marginados en las ciudades, o los trabajadores desocupados, o… Desde esa lógica predican que el indígena y el campesino DEBEN proletarizarse. O al revés, hay quienes dicen que los sectores no indígenas DEBEN indianizarse. En cualquiera de los casos, sólo es uno el sujeto y los demás deben subordinarse, o desaparecer por su cuenta, o ser eliminados.

Si nada más hay un sujeto, entonces nada más un proyecto es el verdaderamente revolucionario y consecuente. No hay cabida para ningún otro color, ningún otro sabor, ningún otro aroma. La sociedad estaría dividida en dos espacios (el de arriba y el de abajo) y sólo uno es el bueno (el de abajo). Todos lo que no firmen con los de abajo, no tienen porque ser vistos ni oídos.

Es frecuente hallar, o ser parte de, polémicas que se limitan a tratar de establecer quién tiene la razón sobre uno u otro asunto. Y entonces los acuerdos y los trabajos conjuntos se estancan, o se vuelven irrealizables.

Desde esa colocación, el llamado a la UNIDAD tiene como trasfondo el mensaje de que hay que subordinarse a alguien, al mero bueno. La UNIDAD como consigna empieza a operar como negación de la diversidad

Las disputas por el poder de decisión al interior de las organizaciones, frentes, coordinaciones o proyectos. Como señalamos líneas arriba, la concurrencia en los diferentes espacios de lucha se ve atravesada por la intención de imponer a los otros las decisiones que interesan o satisfacen a una parte de los presentes. Se vuelven frecuentes las famosas votaciones nominales que resultan individuales, o las individuales que resultan nominales.

Esto se complementa con la lógica capitalista de propiedad como pertenencia. El pueblo tiene dueño. El dueño del pueblo es el sujeto consecuente y revolucionario. Y aparecen expresiones como: “no participemos en tal movilización porque no es nuestra, es de aquellos”; “este proyecto es nuestro, que nadie más se asome”.

Hay quienes se ufanan de haber impuesto su voluntad a los otros, aunque se vayan quedando solos con sus membretes y sus recursos. Y también hay quienes dicen: “no necesitamos de nadie, podemos hacer las cosas sin su ayuda.”

Todavía subsisten rivalidades entre organizaciones y entre personas de una misma organización. En muchos de los casos se trata de rivalidades fundadas en la competencia mercantil por ocupar posiciones y cargos dentro de las coordinaciones. En otros casos de trata de quedar en condiciones de disponer de los recursos.

No es fácil, pero seguramente podremos ir más allá de donde hemos llegado; podremos hacer más de lo que hoy hacemos podremos vivir mejor de lo que hoy vivimos; podremos construir más y mejor de lo que hemos construido. Todo ello, siempre y cuando aprendamos a ser distintos de lo que hemos sido como resultado del modelado capitalista por el que hemos atravesado. Y entonces asumir que:

· Son diversos los sujetos que en México han emergido para reclamar su reconocimiento, para trabajar en la satisfacción de sus necesidades y para hacer valer sus derechos.

· Necesitamos recuperar nuestros espacios de organización de la vida en común. Espacios donde la dignidad sea el primer eje que articule personas, acciones e instituciones.

· Existen tantos proyectos sociales, económicos, políticos y culturales, como sujetos emergentes.

· Los pueblos de México no tienen dueño. Los movimientos sociales no tienen dueño.

· La construcción de la sociedad mexicana que queremos comienza por nosotros, lo que nos compromete y obliga a convertir los discursos en prácticas y realidades.

· La diversidad nos obliga a trascender la idea de unidad (como tendencia de dominación) para alcanzar la convicción de articulación (como reconocimiento y recuperación de la diversidad).

· La construcción de una sólida, profunda y fuerte articulación de los pueblos, de sus sectores, de sus organizaciones, de sus proyectos y de sus comunidades resulta condición para resistir las embestidas de la hegemonía capitalista-imperialista.

· Podemos dotarnos de un proyecto de Nación y Estado distintos de los existentes que concreticen nuestras aspiraciones, y se conviertan en fuente de inspiración para más y mejores esfuerzos de construcción de lo alternativo.

· La relacionabilidad, como relaciones ajenas a la dominación, sería otro eje que atraviese todos los esfuerzos que realicemos en común.

Terminamos esta intervención recuperando las ideas vertidas por Nicté en la carta mencionada. No se trata de convertir sus ideas en consejos que entran por una oreja y salen por la otra, sino problematizar su necesidad, su pertinencia y su viabilidad en el nivel de lo micro, de lo personal:

¡Otra forma de hacer política, es otra forma de hacer la Vida! Tarea nada fácil.

Tengamos por seguro que las discusiones van a continuar… Pero si a la primera diferencia de ideas, o de formas de decir las cosas solemos ser los más sensibles, o los menos experimentados en la discusión política, (lo que incluye ser incapaces de tolerar la crítica), eso no debe ser motivo suficiente para romper con toda posibilidad de acercamiento, con toda posibilidad de trabajo, de proyectos en común.

Si bien la experiencia política es mayor o menor en unos y otros, lo que hay que hacer es aprender a hacer política en todos los niveles. Lo cual implica saber escuchar, ser pacientes, respetuosos, preguntarnos por las razones del otro, hacernos escuchar, no tenerle miedo a la discusión, a la crítica, sea ésta álgida o pasiva.

Una discusión puede ser dura en su posicionamiento, pero no por ello perder el respeto por el otro. Tampoco se vale hablar mal de los otros, ir dividiendo gratuitamente la lucha, convirtiéndonos nosotros mismos en nuestros propios, y a lo mejor, en nuestros peores enemigos. El sistema sólo de eso necesita para derrotarnos…

Nos invito a ir aprendiendo, a ir conociéndonos o reconociéndonos, a luchar contra nosotros mismos, contra nuestras fobias, nuestros prejuicios, nuestros temores o nuestros protagonismos (a todos los niveles), aprender a ir tejiendo los lazos, las redes, para que podamos trabajar de la mejor manera, a no darnos por vencidos.

Hago un llamado a nuestro corazón que dijimos está abajo y a la izquierda, hago un llamado a la reflexión, de cómo estamos actuando, de cómo estamos siendo con el otro, con la otra, con nosotros mismos, un llamado a que veamos qué les estamos enseñando a nuestros niñ@s.

Ya basta de protagonismos, desdenes hacia los otros, todos somos iguales y tenemos que reconocernos como tales viéndonos a los ojos, saludándonos, seamos fraternos, solidarios y si no podemos ver ni aguantar a ciertas personas, seamos capaces de ser lo suficientemente maduros, políticamente hablando, para poder trabajar en conjunto. Tal vez no logremos ser amigos íntimos, pero si podemos hacer cosas juntos, pues por encima de los prejuicios y temores, debe estar nuestro sueño y nuestra esperanza de construir ese mundo donde quepan muchos mundos. ¡Hagámoslo realidad!

Como saben ustedes, hay amuletos que exorcizan, pero hay otros que atan. Que la relacionabilidad que construyamos, sea de los que unen con solidez.

cecsna_seminario@yahoo.com.mx

18 de noviembre de 2006

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