sábado, junio 17, 2006

Editorial de Junio de Rebeldía

Editorial

Desde las altas esferas del poder se quiso presentar el ataque en contra de Atenco como una acción “limpia y satisfactoria”. Los lectores de noticias de los principales noticieros de la televisión —tras clamar por mano dura— echaron agua bendita a los policías y a los altos mandos policíacos, lo mismo que al gobernador del estado. La unanimidad parecía que se había logrado. Como muestra, la acción abyecta de la fracción parlamentaria del PRD del estado de México, que en un desplegado en La Jornada saludó la acción policíaca y manifestó públicamente su apoyo al gobernador Peña Nieto. Lo que nos recuerda lo que Lombardo Toledano escribió con relación al movimiento estudiantil de 1968.

La retoma de Atenco por la Comisión Sexta y por adherentes a la Otra Campaña comenzó a echar a perder el festejo. No sólo la toma de Atenco no había sido un operativo “limpio” sino que en lo fundamental había fracasado. La mayoría de los dirigentes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) no fueron detenidos y lo que se había pensado como un castigo ejemplar rápidamente apareció como lo que fue: una ilegítima venganza represiva.

La batalla por la legitimidad la perdieron en menos de 48 horas, a pesar de que en el inicio muchos estaban con ellos, incluidos ahí los intelectuales fascistas de derecha y los intelectuales moderados de izquierda. No deja de ser paradójico que tanto unos como otros responsabilicen al EZLN de lo que ahí sucedió. Los primeros recurriendo al manido recurso de la visión provocadora de la historia, según la cual el EZLN provocó el enfrentamiento para poder aparecer en los medios de comunicación. Los segundos con un discurso sibilino despachan en tres renglones la represión, las violaciones y la violencia de los aparatos represivos para luego responsabilizar al EZLN de los golpeados, de lo que ahí pasó, utilizando un lenguaje rudo, a pesar de que luego tienen la piel muy fina cuando se polemiza con ellos.

Lo de Atenco no fue producto de un complot zapatista o la conclusión lógica de los discursos incendiarios del Subcomandante Marcos. Lo que estos señores de derecha y de “izquierda” no se cuestionan es ¿qué habría pasado si se hubiera dejado vender su producto a un pequeño grupo de floricultores? O la pregunta clave que estos señores están incapacitados para responder: ¿Por qué tuvieron que atacar a ese grupo de floristas cuando unos minutos antes estaban negociando con ellos una tregua? Eso ¿nos habla o no del carácter del Estado mexicano, incluido ahí sus partidos políticos?

La decisión de la Comisión Sexta de la Otra Campaña de quedarse en la Ciudad de México se ha demostrado como un gran acierto. No sólo en función de las movilizaciones que se han logrado, sino sobre todo al demostrar en la práctica una visión política que tiene como punto de partida una posición ética que no deja tirados a sus presos, a sus violentadas sexualmente, a sus heridos.
Representa una lección para aquellos que hablan de sus muertos solamente como anécdota o que se alían con los mismos que promovieron directamente esos crímenes.

Esta represión también fracasó en su objetivo de sembrar miedo entre los adherentes a la Otra Campaña; en todo el país la lucha por la libertad de nuestros compañeros y compañeras ha fortalecido el proceso de organización y de identidad. Efectivamente, no existe en México ninguna fuerza política que tenga una causa más justa y limpia que la que hoy enarbola la Otra Campaña.

Ante su fracaso, la clase política mexicana busca crear una serie de distracciones para darle la vuelta al caso Atenco. Desde canalizar la atención del pueblo mexicano hacia el campeonato mundial de fútbol (todos los candidatos a la presidencia tocaron este tema, en función de la trascendencia que ellos le dan al tema) hasta la propuesta de Roberto Madrazo a Andrés Manuel López Obrador de hacer una alianza contra la elección de Estado que promueve Vicente Fox.

El problema que tienen todos es que para la Otra ni el campeonato mundial de fútbol, ni la elección del 2 de julio representan nada en comparación con la lucha por la liberación inmediata e incondicional de todos nuestros presos y presas políticas.

Por lo tanto, el paisaje va a estar cargado en el mes de junio. Miles de mexicanos estaremos saliendo a la calle no para festejar un gol tampoco para festinar que se de, o no, la alianza entre Madrazo y AMLO. Nuestro horizonte de lucha está muy por encima.

En la revista Rebeldía estamos convencidos que es posible y viable apelar al pueblo mexicano para que centre su atención en la injusticia que se cometió en contra del pueblo de Atenco y en contra de la Otra Campaña. Que se manifieste sobre el conjunto de violaciones y agresiones sexuales inflingidas a nuestras compañeras mujeres. Que se organice para protestar contra la violencia que ejercieron los cuerpos policíacos bajo mandato de sus jefes y de la clase política en su conjunto.

En cualquier caso esta responsabilidad va más allá de una simple posición política. Nuestra responsabilidad no está con tal o cual aparato de control que dice que quiere movilizarse por la liberación de los presos pero no dice nada de desplegados como el de los parlamentarios del PRD, tampoco con aquellos que llaman a movilizarse por Atenco y acaban reuniéndose con un funcionario de cuarta para pedir mayores salarios.

La Otra Campaña se enfrentó a una definición que la marcará definitivamente. La respuesta que está dando representa una demostración práctica de lo que significa otra forma de entender la política y sobre todo otra forma de hacer política. Lo que se ha hecho hasta ahora no es sino un inicio, el combate continúa. Por eso decimos que fracasó la acción del Estado mexicano.

Cuando llegó Ernesto Zedillo a la presidencia en 1994, en un comunicado el EZLN le dijo: “Bienvenido a la pesadilla”. Ahora podemos decir: Tendrán un fin de sexenio del “cambio” y un inicio del nuevo —gane quien gane—, de pesadilla.

La libertad de l@s pres@s polític@s es nuestro objetivo, nuestra táctica, nuestra estrategia (para que nos entiendan los intelectuales de la izquierda institucional), nuestro programa, nuestra razón de ser y de existir. Ni más, ni menos.


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