miércoles, abril 01, 2009

Hernández Alpizar : Una Izquierda de Consumo

Una izquierda de consumo

Javier Hernández Alpízar

Quizá no solamente en Xalapa, probablemente pasa lo mismo en otros lugares: por ejemplo la ciudad de México, el asunto es que una gran parte de la gente que se dice y se reclama de izquierda podría ser caracterizada como una "izquierda de consumo".

Se trata de una izquierda que no produce o lo hace de manera muy marginal, ocasional, y cuando lo hace: es producción de autoconsumo, que no llega a los "no iniciados", producción para guetos.

¿A qué nos referimos cuando decimos que es una izquierda de consumo y que "no produce" o lo hace en proporción insignificante? No nos referimos a la casa, vestido y sustento pues, entre la sobrevivencia y la opulencia, cada cual hace lo suyo.

Nos referimos a producir un pensamiento propio, discurso propio, obra propia, textos, discusiones, conciencia, organización, comunicación propios, autónomos.

Observamos que la mayor parte de la izquierda, en lugar de producir reproduce: reenvía por la red textos tomados de unas pocas y escasas (en más de un sentido de la palabra "escaso") fuentes. Un amigo decía, para caracterizar a otro amigo, que cada mañana "se bebe como un licuado La Jornada".

Así una gran parte de la izquierda en la ciudad se define por sus consumos, e incluso, si se quieren poner elegantes, por sus "consumos culturales". Consumo de un periódico, un semanario, una revista, ciertos libros y autores y cantantes (ciertos doctorados honoris causa), ciertos sitios web, ciertas playeras, botones, agendas.

Así como un amigo decía en broma que no fue jipi porque nunca tuvo el dinero suficiente para comprar el atuendo carísimo, otro amigo decía la broma irónica contraria: que se había hecho marxista porque los de los clásicos marxistas son los libros más baratos. Leer de novedad a los gurúes de la globalifobia, el altermundismo y demás corrientes críticas y "alternativas" es carísimo. No digamos ya si quieres asumir el radical look completo, y la alimentación vegetariana y orgánica: necesitarías una beca de Slim o alguien así. A lo mejor por eso cada izquierda no autónoma ni independiente busca su patrocinador.

Entonces, una izquierda a la cual las fechas de movilización le llegan desde el centro (o de algún centro), junto con los carteles, los volantes, las calcomanías, los panfletos y demás, ve como imposible movilizarse si no la convoca la "autoridad moral" del líder, la "organización nacional", para informarle, que no consultarle, qué hacer, cuál es la nueva consigna, la nueva orden.

Alguna vez, durante la Marcha del Color de la Tierra de 2001(a la cual Guillermo Almeyra, una de las autoridades de la izquierda de consumo de apariencia más visible, pero no la única, llama "fracaso" sin mencionar que los Acuerdos de San Andrés fueron desconocidos incluso por el PRD) un indígena le preguntó a Marcos: "¿Cuál es la nueva orden?", a lo que el encapuchado contestó: "Que ya nadie nos dará órdenes".

No puede haber respuesta más desorientadora para una izquierda de consumo, porque entonces ¿qué hacer?, como se preguntara Lenin. Con la diferencia de que Lenin se lo preguntaba para darse una respuesta y hasta para dictarla a "las masas" y su vanguardia "el partido", pero la izquierda de consumo se lo pregunta para ver si alguien le da la respuesta, el consejo, la conseja, la consigna. Es sintomática la pregunta, en Humanidades, a Eduardo Galeano, a la que él, correctamente, se negó a contestar como gurú, al negarse a ser visto como "autor de libros de autoayuda para la izquierda".

Una izquierda de consumo y los gurúes que quieren ser leídos y obedecidos se complementan de manera simbiótica: Por ello los Enrique Dussel, los Guillermo Almeyra, los Rodríguez Araujo, se imaginan al pueblo como si fueran sus alumnos, sus estudiantes, a quienes hay que iluminar, educar, liberar de su ignorancia. Autores y oradores tales son maestros, pedagogos del pueblo, que en griego se diría: demagogos. Por algo la palabra ya no suena a algo tan noble y loable.

Una izquierda que necesita (porque no produce reflexiones propias) quien le dicte línea, quien le haga su plan de lucha, su "programa alternativo de nación", es propensa a consumir los discursos de estos buenos señores. Alguna vez, cierto columnista proponía una reunión de unos 100 notables para que hicieran el programa nacional de lucha para entregarlo a AMLO y "su pueblo". Los pueblos, en esa concepción de izquierda de consumo, son incapaces de producir su pensamiento: tienen que consumir y reproducir el pensamiento de un líder y una vanguardia.

Hemos escuchado expresiones sinónimas de "educar" y "concientizar" al pueblo, a los trabajadores, a los pobres, a la masa, no solamente a izquierdas verticalistas y de "centralismo democrático", sino, en ocasiones, hasta a jóvenes anarquistas.

El problema de las izquierdas de consumo es que favorecen la dependencia, la heteronomía, la sujeción a una estructura "nacional", central, que no es otra cosa que una pobre y bastante lamentable "vanguardia" político- cultural que reside en unas cuantas colonias de la Ciudad de México y difunde sus eslóganes mentales, sobre todo, a través de La Jornada.

Es tan lamentable la esterilidad de este tipo de izquierda de consumo que, en su vertiente electoral, no produce ni sus candidatos, y la mayoría los tiene que importar de los que ha desechado el PRI. Es tal el grado de imitación de los patrones de consumo que hasta llegan a clonarse: De por sí Paco Ignacio Taibo II es, desde el nombre con título nobiliario, una colección de lugares comunes de izquierda, pero todavía se encuentra uno a copias piratas del sujeto, como Fritz Glockner, quien maneja con menos elegancia los estereotipos que hacen la "personalidad" de Taibo II.

Si no fuera tarea ingrata y de nada interesantes resultados, podría encontrarse uno los clones de Ponitowskas y Jesusas Rodríguez, tal como en "la trova" se hallan tantas copias piratas de Silvio Rodríguez.

En Xalapa, la ausencia de una reflexión propia ha llevado a la izquierda de consumo a reproducir lo que se exporta desde las asambleas informativas y las redes de reproducción de la Pejemanía. Pero no es la única izquierda, ni la única que se limita a consumir y reproducir algo prefabricado (y predigerido), pues ¿no se habían inventado los perredistas una dizque APPO Veracruz, y habían traído a pasear a Flavio Sosa, el perredista que se autoproclama líder de la APPO? En otras izquierdas de este linaje, ante la ausencia de Andrés, se han traído a sus hermanos, como si los apellidos "López Obrador" fueran una especie de marca, como diría, burlonamente, González de Alba, "embotellado de origen".

En la Otra Campaña no estamos mejor parados. Hay que confesarlo y ser autocríticos, pues en la reunión de la Otra Campaña en Xalapa en 2006 se notó ausencia de organización, y también se vio casi desierta la reflexión teórica. El delegado Zero lo señaló con ironía y humor ácido: esperaba en Xalapa por lo menos hallar discusión teórica. Encontró un texto solitario, hecho por un par de adherentes a la Sexta, sobre la ciencia en México. Eso sí, de gran calidad, al grado que luego Marcos lo citó en otra reunión, en la Ciudad de México, ante médicos.

Esa solitaria reflexión salvó el prestigio de la culta Xalapa, pero es insuficiente para hablar de una izquierda que produce su propia reflexión. En síntesis, en Xalapa la izquierda consume una reflexión, cada vez más escasa, pobre, excluyente y que, casi toda, se publica en La Jornada.

Por ello no es extraño que sea incapaz, esta izquierda, de entender planteamientos como: "la orden es que ya no nos darán órdenes". El consumo consagra la heteronomía, la moral de "sucursal" y, en casos peores, de franquicia.



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