jueves, febrero 23, 2006

Hacia Otra Visión del Agua

HACIA OTRA VISIÓN DEL AGUA.-

Primer apunte de Miguel Valencia Mulkay,
para el Grupo de Estudios por el Cambio Cultural, de ECOMUNIDADES.
5 de febrero de 2006

En todos los países se levanta hoy en día un clamor contra la rápida desaparición del agua dulce, del agua limpia, en casi todas sus comunidades, en casi todos sus rincones. Emerge un grito contra el envenenamiento y la muerte de los humedales, arroyos, lagos, lagunas y ríos y el agotamiento de los mantos acuíferos. Se escucha una potente voz contra la pésima distribución y conservación del agua . En todo el mundo, el agua está en crisis, no sólo por el aumento en la mortalidad humana, debida a la mala calidad del agua y a la sed creciente de una gran parte de la humanidad, también, por la rápida desaparición de especies de plantas y animales, debido a la falta de agua o a la mala calidad de la misma. La crisis del agua está presente en todos los lugares del mundo y desde luego, en el mismo mar y en los glaciares.

Comienzan a aparecer las consecuencias de la visión moderna del agua, impuesta en los últimos siglos, por los que han sido poderosos en el mundo, tanto en el ámbito gubernamental, como en los ámbitos financiero y académico. Se revelan los resultados de la aceptación casi universal del higienismo y el sanitarismo, introducidos por las clases dominantes europeas en los siglos 18 y 19; se revelan los productos avanzados de las ideas económicas que emergieron en Inglaterra, en el siglo 17. Se perciben ya claramente los efectos de la visión industrializada del mundo sobre el ciclo del agua.

Las ideas de limpieza aparecidas en la Alemania del siglo 17, popularizadas en Europa por los enciclopedistas franceses en el siglo 18, y adoptadas mundialmente en el siglo 20, como base del progreso y el desarrollo, han conducido a un desmedido consumo de agua en el mundo entero, en nuestros días, tanto para la limpieza corporal, como para la de máquinas, equipos e infraestructuras. Es excesiva la cantidad de agua que utilizan las clases medias y altas de todos los países, tanto para la limpieza personal, para la limpieza de sus utensilios, enseres y máquinas, como para la limpieza de sus pisos, paredes y techos; es escandalosa la demanda creciente de agua, de las industrias y los servicios, con tecnología de clase mundial. Los conceptos de limpieza de los ricos y poderosos del mundo acaban con la limpieza de la Tierra.

La frecuencia, duración e intensidad de los baños personales forman parte de una aspiración creciente de la población de todos los países; la limpieza de los automóviles, ropa y equipos domésticos se vuelve más exigente en todo el mundo; la demanda de agua a presión, para limpiar pavimentos, muros, fachadas, ventanales y techos, aumenta mundialmente sin cesar. Parte fundamental de las aspiraciones modernas está el dedicar más tiempo al deporte y a las vacaciones, lo que implica una creciente demanda de agua. La “superación personal” entraña hoy en día llegar a tener un alto consumo de agua, cercano al que utilizan las clases altas de todos los países. Tanto la institución médica mundial, como los tecnólogos y las grandes personalidades del mundo refuerzan las ideas de limpieza rigurosa, como fundamento del “éxito” personal. La visión del mundo de nuestra época está dominada por el higienismo.

Los contaminantes dispersados por las aguas vertidas al ambiente de las maquiladoras de los productos de lujo que se venden en el mundo son excesivos ( automóviles, Nikes, mezclillas, electrónicos, etc); también lo son los contaminantes que contienen las aguas residuales de los servicios más costosos del mundo, en lo que concierne a entretenimiento (clubs de golf, hoteles de gran turismo, cruceros de lujo, etc), salud ( spas, hospitales, clínicas, etc) y educación ( universidades y escuelas). El lujo implica una desmedida contaminación del agua. Para conseguir mayores volúmenes de agua a bajo precio y mayores facilidades para contaminar el ambiente, migran las industrias y servicios de alta tecnología, los más contaminantes, a los países y comunidades más pobres y vulnerables. Los países “en desarrollo” compiten entre sí, en la oferta de las mayores facilidades en el acaparamiento del agua limpia y la contaminación de ríos, lagos y otros cuerpos de agua, a los grandes inversionistas mundiales. Sin embargo, los países ricos y poderosos se disponen a comprar agua a granel, de cualquier país que quiera vendérsela, para satisfacer sus crecientes demandas internas de agua limpia.

El sanitarismo, nacido en el siglo 19 con las ideas de Chadwick, sigue vigente hasta nuestros días, gracias al uso creciente de tubos y bombas, gracias al uso, también creciente, del excusado inglés y la plomería moderna. No se discute en la Academia, en el Gobierno y en la Empresa, la posibilidad de reducir el uso de tubos y bombas, o de eliminar el excusado con agua potable; tampoco se discute la posibilidad de reducir el uso de los drenajes o la presión del agua en la distribución del agua en las ciudades. No se discute la vigencia de la distribución de agua por medio de bombas y tuberías y no se discute la caducidad del WC convencional o de los drenajes de todo tipo. La ingeniería moderna se niega a considerar el impacto ambiental y social de sus nefastas tecnologías para el manejo del agua. El sanitarismo es la propuesta fundamental, con relación a la distribución equitativa del agua, y a su buena conservación, tanto de las grandes empresas multinacionales, como de los “expertos” gubernamentales y de las grandes universidades y colegios. Según ellos, todos los problemas del agua se resuelven con más sanitarismo. Los excusados ecológicos, la captación comunitaria del agua de lluvia y la depuración local del agua, no son alternativas al sanitarismo vigente, de acuerdo con la Academia, el Gobierno y la Empresa. Las técnicas alternativas para el manejo comunitario del agua carecen de interés político para la mayor parte de la población. El sanitarismo no lo cuestiona ni la Sociedad Civil, ni la Academia.

El higienismo y el sanitarismo son parte central de la visión moderna del agua; son parte fundamental de nuestros predicamentos con relación al agua; son la esencia de la perdida de la cultura del agua en el mundo moderno. Sin embargo, esta moderna visión del agua tiene sustento en la moderna visión económica que degrada al agua a un simple “recurso natural”, lo que conduce directamente a la idea del agua como un bien económico, como una materia que se puede concentrar, acaparar o confinar, por medio de tubos y bombas, por medio de presas y trasvases, y que se puede regular por medio de los “mercados de agua” y la actividad de “muy eficientes” empresas privadas especializadas en la gestión del agua. La visión económica del agua reduce la complejidad del agua a una problemática de mera “escasez”, a “necesidades diagnosticadas por expertos” y a la “ oferta creada en cualquier lugar, por medio de financiamiento adecuado y tecnología viable” . La moderna visión del agua reduce al agua a simple H2O; es decir: a un producto industrial uniforme en todo el mundo que podemos denominar agua globalizada, sujeta a las reglas del libre comercio.

La moderna visión del agua, reduccionista y por lo mismo, brutalmente inculta, ha traído como consecuencia la emergencia del consumo de agua embotellada y la concentración de las grandes reservas de agua en manos de pocos usuarios del agua; ha traído inevitablemente la privatización del agua y la pérdida de la estructura profunda de la Ley. Cada día intervienen menos los gobiernos y los ciudadanos en las elecciones sobre la distribución del agua y su conservación; cada día los grandes inversionistas mundiales controlan más el agua y cada día disminuye con mayor rapidez el agua limpia en el mundo y tienen menos agua las plantas y los animales de la Tierra. En la visión moderna del agua se encuentra la clave de los problemas del agua en el mundo, se encuentra el fondo de la moderna disputa básica con relación al agua.

Urge, pues, Otra Visión del Agua, si se ha de eliminar la moderna insensatez colectiva con respecto al agua. No habrá posible solución en los asuntos del agua mientras permanezca vigente esta visión dominante del agua. No podemos continuar sometidos a los conceptos de limpieza y sanidad que dominan al mundo en nuestros días y fantasear que avanzamos en los asuntos del agua. No hay solución en los asuntos del agua, con propuestas que consideran tolerables o adecuados los consumos de agua de las clases medias y altas de todo el mundo y los vertidos de aguas contaminadas a los ríos, lagos, lagunas, arroyos y humedales. No hay avance en los asuntos del agua, con propuestas que implican más uso de excusados con agua potable, más uso de bombas y tubos y nuevos drenajes. No hay mejoría posible en la distribución y conservación del agua, en tanto se defiendan proyectos hidráulicos como: presas, trasvases y grandes drenajes y canales. No tendremos agua limpia en el futuro mientras no sean entendidos y eliminados el higienismo y el sanitarismo.

La Otra Visión del Agua entraña el rechazo al uso del agua como medio de transporte y dispersión de excrementos y residuos industriales; entraña la eliminación de los grandes consumos de agua, tanto domésticos, como industriales; implica el rechazo al uso de los excusados con agua potable, a la instalación de tubos y bombas y al funcionamiento de los drenajes urbanos e industriales, así como de las plantas de tratamiento de agua; Implica el repudio a la construcción de presas y trasvases y la oposición al uso del agua a presión. Entraña el rechazo a la privatización y a la estatización del agua; el rechazo a los conceptos de “escasez” y “bien económico” ligados al agua; el rechazo a la regulación del agua por mecanismos de mercado o por delegación en funcionarios públicos; el rechazo a incluir al agua en los tratados de libre comercio y a las grandes transferencias de agua.

La Otra Visión del Agua presupone el manejo del agua por gravedad, los excusados ecológicos y la depuración local del agua; presupone la cosecha de agua y los sistemas comunales, artesanales, para el manejo del agua. Implica el reconocimiento de los acuerdos del agua entre los representantes de las comunidades de una cuenca y la prohibición de realizar descargas de aguas contaminadas a los arroyos, humedales, ríos, lagos y lagunas; implica contar con la más alta participación posible de la sociedad en los asuntos del agua. Entraña la recuperación de una visión espiritual, ecológica y cultural del agua.

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