La ausencia de Fidel Castro en la conmemoración del 50 aniversario del desembarco del barco Granma en Cuba ha suscitado innumerables comentarios en todo el mundo. Pero más allá de la inasistencia del líder histórico de la Revolución, enfermo desde julio pasado, ha sido el discurso de Raúl Castro lo que ha hecho pensar que la isla se acerca a una nueva etapa de su historia. El presidente interino tocó temas cruciales en el futuro de Cuba, tal vez una señal de que está firme en el mando.
Para empezar, Raúl Castro manifestó la disposición de Cuba a "resolver en la mesa de negociación el prolongado diferendo" con Washington, a condición de que se respete la independencia de la isla sobre bases de "igualdad, reciprocidad, no injerencia y respeto mutuo".
Inmediatamente Estados Unidos respondió a este gesto cubano. La portavoz del Departamento de Estado, Janelle Hironimus, afirmó que "el diálogo que debe tener lugar es entre el régimen cubano y el pueblo cubano sobre el futuro democrático en la isla". No hay que olvidar que el embargo económico que mantiene Estados Unidos desde hace varias décadas ha sido catastrófico para el pueblo cubano al que dicen defender.
"Estamos convencidos de que la salida a los graves conflictos que enfrenta la humanidad no está en las guerras, sino en las soluciones políticas", dijo Raúl Castro, declaración que se opone claramente al perfil guerrerista establecido en la Casa Blanca desde la llegada de George W. Bush al poder.
En referencia al estado interno de Cuba, aseguró que "la principal arma estratégica" del país es "la unidad monolítica de pueblo, ejército y partido", cancelando en los hechos la esperanza estadunidense de que el deteriorado estado de salud de Fidel provoque el fin del régimen emanado de la Revolución de 1959. En diversas ocasiones, funcionarios de Estados Unidos han asegurado que el gobierno cubano no sobrevivirá a Fidel. Pero parece que los cubanos están preparados para el cambio de mando.
En este contexto, el discurso de Raúl Castro revela una nueva fortaleza del régimen que ahora él comanda. Esta fuerza provienen de las nuevas generaciones de funcionarios cubanos que cuentan con una visión distinta del mundo. Durante sus cuatro meses como presidente interino ha fortalecido el papel institucional del Partido Comunista y promovido en sus filas a dirigentes más jóvenes. Algunos analistas sostienen que el general de 75 años es un hombre menos carismático pero más pragmático que su hermano.
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